Las adolescentes que padecen anorexia y bulimia maltratan físicamente el cuerpo sometiéndose continuamente a dietas, dejando de comer y/o vomitando regularmente. Estos trastornos de la alimentación pueden llegar a ser muy graves, provocando, en algunos casos, complicaciones de salud serias y la muerte.

Dejan de comer y vomitan,… ¿qué les pasa?

Las personas que sufren alguno de estos trastornos de la alimentación están obsesionadas por perder peso. Se ven gordas, aunque las veamos delgadísimas. Dejan progresivamente de comer, eliminando alimentos de su dieta por su «excesiva grasa» y reduciendo la cantidad de líquidos. En muchas ocasiones aumentan la cantidad de deporte o la actividad física cotidiana, llegando a mantenerse de pie todo el día o subir y bajar escaleras sin ser necesario. Esta obsesión por su peso y su figura altera su sistema emocional, provocando que la calidad de las relaciones se deteriore y que su ánimo se deprima. Si bien hay muchas coincidencias, algunos detalles diferencian la anorexia de la bulimia. Veamos las diferencias:

  • Anorexia nerviosa: Normalmente, el peso que llegan a tener es muy bajo o no logran hacer el peso y talla que les corresponde por edad. A lo largo de todo el proceso pueden llegar a mantenerse sin comer durante todo el día, o aguantando varios días con pequeñas porciones de fruta o un yogur.
  • Bulimia nerviosa: A diferencia de lo que sucede con las personas que padecen anorexia, el peso aquí sería normal, lo esperable para la edad y la estatura. Tienen períodos en los que controlan mucho lo que comen, pero también los hay en los que se descontrolan comiendo. Realizan lo que llamamos «atracones», ingesta excesiva de alimentos con muchas calorías (chocolate, magdalenas, tarta…). Y después vomitan.

Además hay que tener en cuenta otras características de estas pacientes:

  1. Se ven gordas, aunque nosotros las veamos delgadísimas. Y es verdad que se ven así. Su cerebro distorsiona lo que ve, por la obsesión que tiene.
  2. Están muy nerviosas, irascibles, tristes, continuamente preocupadas por todo y todos. Probablemente se enfadan con facilidad, lloran a menudo y no se sienten queridas.
  3. Realizan conductas «raras», como esconder los alimentos en los armarios, preparar suculentas comidas para la familia (pero ellas ni las prueban). Prefieren comer a solas y su ansiedad aumenta si hay encuentros sociales en torno a una mesa.
  4. No se sienten bien con ellas mismas. Su baja autoestima provoca un efecto bucle al aumentar su obsesión por el cuerpo, necesitando entonces seguir perdiendo peso. Y así sucesivamente. Parece que nunca van a alcanzar su meta.

¿Cómo podemos ayudar?

La adolescencia es una etapa complicada. Las herramientas emocionales que antes nos hacían entendernos y comprender el mundo, ahora ya no sirven, ellas están cambiando. Por este motivo la comprensión, el afecto, intentar acercarnos a lo que sienten y a su visión de lo que les sucede, les ayudará a tomar conciencia del problema y será más fácil acudir a la consulta del psicólogo.

En realidad, los trastornos de la alimentación son una forma de «solucionar» problemas reales que tienen las adolescentes, como la baja autoestima, el paso de niña a mujer, los problemas en las relaciones con los demás, etc. El problema es que esta vía de «solucionar» dichos problemas, crea más complicaciones de las que resuelve, enredando el desarrollo afectivo y personal de las chicas hasta límites insospechados.

En la consulta se enseñan estrategias a padres e hijos para poder manejar estos problemas, centrando la atención en las dificultades reales que ellas intentan afrontar, pero empleando métodos alternativos sanos. De esta forma, mejoramos la calidad de vida emocional de ellas y de la familia.

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